Maldiciente de las semblanzas de autor —escritas casi siempre por el propio autor en tercera persona—, el Dr. Diablo se rehúsa, en este mismo momento, a enlistar grados académicos truncos, premios jamás ganados, becas no obtenidas, obras maestras jamás escritas y traducciones jamás leídas, en fin, vidas falsas que son espejismos de la palabra. Más mejor, prefiere depositar su credibilidad, su ethos de autor, en la percepción aguda de quien lea más allá de los 459 caracteres que, con sus respectivos espacios, conforman esta antisemblanza.